The Rev. Julian Borda's Report From the Dominican Republic

09.06.23 | Homepage

     

    Buenos días, Diócesis de Dallas! Este es el Padre Julian Borda, escribiéndoles de la República Dominicana en el Caribe. ¡Quiero contarles de una experiencia muy especial!

    Hace ya cuatro años que el Obispo Sumner me invitó a desayunar con el, en el famoso Dream Café de la Avenida Mockingbird. Mientras yo comía unos huevos rancheros, él me dijo con una sonrisa: “Te voy a mandar a la República Dominicana este próximo verano.”

    Por el Covid, no tuve la oportunidad a venir en el verano del 2020, pero ahora sí, gracias a Dios. ¡La República Dominicana! Conocía a algunos sacerdotes dominicanos en Chicago y Houston, pero la verdad, yo sabía muy poco de este país. ¡Esa será una gran aventura!

    Y así lo es. Estoy viviendo ahorita en Santo Domingo, la capital del país. Se fundó en 1498, seis años después del primer viaje de Cristóbal Colón. Aquí, en la Ciudad Colonial, rodeada con murallas del siglo XVI, se encuentra la primera Catedral del Nuevo Mundo, Santa María la Menor. Se siente como si fuera en Cádiz, o en otra ciudad española - la Iglesia al centro.

    Hoy en día, en este país muy católico en que la Iglesia Romana es todavía la iglesia oficial, hay también una Iglesia Episcopal muy fiel y dedicada. Tuve la oportunidad de predicar y celebrar la eucaristía en la Iglesia Santísima Trinidad este último domingo. Se ve muy fácilmente que es una comunidad muy fiel, cariñosa, y especial; Alexandra me preparó un excelente desayuno antes de la misa, y todos vinieron y se quedaron por hora y media en un santuario húmedo y sin aire condicionado, ¡con temperaturas más de 90 F!

    Como me ha dicho el Padre Ashton Brooks, rector del seminario, aquí se encuentra cristianos con mucha disciplina. Van fielmente a misa, estudian la biblia regularmente (en Santísima Trinidad, están estudiando el libro de Joel,) y se dedican la vida al Señor. La iglesia, se puede decir muy honestamente, es central a la vida acá. En los Estados Unidos, durante la pandemia de Covid, la Iglesia Episcopal perdió la tercer parte de sus miembros. Pero el Padre Brooks me dijo que no era así en la Iglesia dominicana. Cuando subsidió el Covid, casi todos los miembros regresaron a misa, por su gran disciplina. ¡Parece que la Iglesia americana tiene algo que aprender de los dominicanos!

    Aquí en Santo Domingo se encuentra el único seminario Episcopal fuera de los Estados Unidos. Es en este seminario que el Obispo Sumner me ha mandado a enseñar este mes. Este sábado, voy a hablar con los diáconos de la vocación diaconal. La semana próxima, vamos a discutir la escritura, teología, y liturgia de la Cruz de Cristo. Y luego, dirigiré un retiro con los seminaristas, en que miraremos en detalle los votos de ordenación sacerdotal. Espero decirles todos algo que sea agradable al Señor y que les ayude en su ministerio cristiano.

    Mi querida Diócesis de Dallas, en sus oraciones, recuerden a mí y a la increíble Iglesia dominicana. En verdad, como dice una bandera en la Catedral, esta es “Una Iglesia movida por el Espíritu.” ¡Amén!

     

    Good morning, Diocese of Dallas! This is Father Julian Borda, writing to you from the Dominican Republic, out in the Caribbean. I wanted to share a bit of my experience here so far!
     
    Four years ago, Bishop Sumner invited me to have breakfast with him at the famous Dream Café on Mockingbird Avenue. While I was eating some huevos rancheros, he told me with a smile: “I am going to send you to the Dominican Republic this coming summer.”
     
    The Dominican Republic! I knew some Dominican priests in Chicago and Houston, but honestly, I knew very little about the country. That will be a great adventure, I thought! Of course, I could not go in the summer of 2020, but thanks be to God, I have been given the opportunity now.
     
    And a great adventure it is! Right now, I am living in Santo Domingo, the capital of the DR. Santo Domingo was founded in 1498, six years after Christopher Columbus' first voyage. In the Colonial part of the City, surrounded by 16th century walls, one can see the first cathedral of the New World, Santa María la Menor. Here one feels as if he is in Cádiz, or in another historic Spanish city.
     
    Today, in this very Catholic country, where the Roman Church is still the official church, there is also a very faithful and dedicated Episcopal Church. I got to preach and celebrate the Eucharist at la Iglesia Episcopal Santísima Trinidad this past Sunday. It is a very faithful, affectionate, and special community; Alexandra made me an excellent breakfast before church,  and though it was raining hard and the power went out right before church, everyone worshipped for an hour and a half (services run longer here) in a humid, non-air-conditioned sanctuary, with temperatures over 90 F!
     
    As Father Ashton Brooks, the rector of the local seminary, has told me, you will find Christians with a lot of discipline here. They faithfully attend church on Sundays, they study the bible regularly (at Santísima Trinidad, they are studying the book of Joel!) and they dedicate their lives to the Lord. As a whole, church is very much a central part of the life and culture here. In the United States, during the Covid pandemic, the Episcopal Church lost a third of its membership. But Father Brooks told me that this did not happen in the Dominican Church; when Covid subsided, almost all of their members returned, because of their great discipline. It seems that the American Church has a thing or two to learn from the Dominicans!
     
    The seminary here is the only Episcopal seminary outside of the United States. It is here that Bishop Sumner has sent me to teach this month. This Saturday, I am going to speak with the deacons about the vocation to the diaconate. Next week, I will give a seminar on the scripture, theology, and liturgy of the Cross. And then, I will lead a retreat with the seminarians, in which we will take an in-depth look at the ordination vows for priesthood. I hope to teach them all something that is pleasing to the Lord and will help them in their Christian ministry.
     
    My dear Diocese of Dallas, in your prayers, remember me and this incredible Dominican Church. Truly, as a banner at the Cathedral says, here is “a Church Moved by the Spirit.” Amen!