Interrogados por el Espíritu

Interrogados por el Espíritu

San Marcos, Mt. Pleasant

Domingo de Pentecostés de 2025

Hay un pasaje muy interesante en la  parte posterior del Libro de los Hechos de los apostoles, donde Pablo se reúne con una congregación en Éfeso. Los miembros fueron bautizados por Juan el Bautista, pero siguen a Jesús. Les preguntó si habían sido bautizados en el Espíritu Santo, a lo que respondieron: «No sabíamos que existía el Espíritu Santo», por lo cual fueron bautizados de nuevo. En otras palabras, incluso en la Iglesia primitiva, existía confusión sobre el Espíritu Santo, a quien contemplamos, honramos y alabamos en este Domingo de Pentecostés. Quizás no seamos del todo diferentes, ya que tenemos preguntas y, a veces, confusiones sobre el Espíritu. ciertamente estamos aquí y hoy en esta mañana para alabar al Espíritu, no para hacer preguntas, pero podemos alabar mejor si tenemos más claro quién es el Espíritu. Lo hare con siete preguntas y respuestas.

¿Está el Espíritu en la naturaleza? La respuesta es, sin duda, «Sí». Piensa en cómo el Espíritu se movía sobre el mundo como una gallina, en el principio. Asimismo, el salmista nos dice que el Espíritu «renueva la faz de la tierra», de modo que el Señor cabalga sobre las nubes, con un rayo en la mano, calmando la sed del asno y dando hogar a la cigüeña en los árboles, y así sucesivamente. El Espíritu obra en la creación, y podemos alabar su poder y belleza; pero la naturaleza en sí no es divina, es una criatura sino al contrario, Dios el Espíritu, el creador de todas las cosas, pero también por encima de ellas.

¿Está este Espíritu también dentro de mí? ¿Cómo lo sé? De nuevo, la respuesta es «Sí, pero…». Cuando oramos, el Espíritu nos habla, aunque a veces con una voz suave y apacible, como el silencio, así como con Elías. Sin embargo, también necesitamos escuchar a San Juan cuando nos dice que «probemos el espíritu», para asegurarnos de que, quien nos habla es el Espíritu Santo. Porque podemos engañarnos y suponer que la voz de nuestros propios deseos es la voz del Espíritu Santo.

¿Cómo podemos distinguirla? ¡Esta es la Palabra de Dios que viene a nosotros! ¿Comprobando  lo que   dice de Dios en las Escrituras? En otras palabras, ¿podríamos engañarnos a nosotros mismos si supusiéramos que la voz de nuestros deseos sea la voz del Señor. ¿Como podríamos diferenciarlo? La palabra de Dios es coherente y digna de confianza. Y nuestra guía la encontramos en las sagradas escrituras.

Pablo dice: «Donde está el Espíritu, hay libertad». ¿Qué significa eso? ¿Puede el Espíritu hacer algo nuevo? Claro que sí, porque con Dios todo es posible. Además, a través de Isaías y Juan, dice que está haciendo algo nuevo. Pero, repito, ese algo nuevo es principalmente el Siervo Sufriente, Jesucristo. Él realiza la única acción verdaderamente nueva: perdonar pecados y dar vida de entre los muertos.     En cuanto al resto, «no hay nada nuevo bajo el sol». Así que la libertad de la que habla Pablo es la verdadera libertad, es decir, del pecado y de la muerte. Esto puede incluir la libertad personal, social, política, etc. Pero no podemos confiar solo en nuestro propio juicio; aquí recordamos nuestra pregunta sobre "probar el espíritu".

¿Se encuentra el Espíritu principalmente en nuestras emociones? ¿Podemos sentirlo? El Espíritu toca nuestros sentimientos. Por eso los avivamientos y las renovaciones son importantes en la vida de la Iglesia. Necesitamos ser despertados, porque a veces estamos secos, especialmente los episcopales. Pero el Espíritu obra igualmente en tu mente y en nuestra voluntad. Recuerda cómo Pablo nos dice que no debemos conformarnos a las expectativas de este mundo, sino ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. Las emociones y los pensamientos van y vienen, pero por nuestra voluntad nos dirigen hacia una meta, entonces la renovación de nuestra voluntad también proviene de Dios.

Pero cuando leo el Nuevo Testamento, me interesa que el Espíritu conceda dones más extraordinarios, como hablar en lenguas, profecía, sanidad, etc. ¿No son esos dones donde el Espíritu realmente obra? ¿Qué pasa si no tengo ninguno de ellos? Lo importante es la respuesta de Pablo sobre cuáles son los dones más importantes del Espíritu, y es claro al respecto: fe, esperanza y amor. Leemos esto en su primera carta a la Iglesia de Corinto. Juzgamos los demás por cómo los complementan, aunque los dones carismáticos sean más espectaculares. Después de entender esto, Pablo afirma que los demás dones son reales y son útiles para edificar la iglesia, y animarnos.

Hoy, en Pentecostés, escuchamos cómo el Espíritu descendió sobre los primeros cristianos. ¿Qué más nos enseña esta lectura? Los judíos de la época de Jesús creían que el Espíritu, ausente desde el exilio, regresaría al final de los tiempos, con la venida del Reino. Una señal de su Reino sería la conversión de las naciones a la fe, y eso es lo que vemos en Pentecostés. Ahora el pueblo de Dios proviene de toda «familia, lengua y pueblo». Lo cual es obra del Espíritu. Son los frutos que se ofrecen al Señor, como en la festividad judía de pentecostés y ahora Cristiana.

Entendemos que el Espíritu Santo es una persona de la Trinidad divina. ¿Cómo encaja esto con lo que hemos estado diciendo? Nosotros los cristianos creemos en uno y  único Dios, pero también creemos que nuestro Dios es dinámico y vivo, no congelado y distante en algún  lugar del cielo. Él es siempre el Padre que engendra al Hijo y envía al Espíritu, y es este mismo Dios trabajando en el mundo y en nosotros. Escuchamos esto en el versículo de hoy de Romanos 8. Porque esto es todo lo que Dios realmente es, es también cómo obra en nuestras propias vidas. Nuestra experiencia de la conversión y de oración confirma quién es Dios en realidad. El Espíritu nos libera de la esclavitud y confirma que somos uno con su Hijo, al clamar: «Abba, Padre amado». La forma de la oración es por el Espíritu con el Hijo hacia el Padre, todo el don de Dios para nosotros.

 Esta ha sido más una enseñanza sobre el Espíritu, pero un sermón debe incluir el Evangelio, y así lo he hecho, es decir, que el Espíritu es el poder para hacer lo que no puedo hacer por mí mismo: unirme a Jesús, el Hijo, crucificado y resucitado, para que entendamos que Dios es nuestro Padre celestial y pueda clamar a él. Por esta gracia, que su nombre sea bendito por siempre. Amén.

Complete the Race (II Timothy 4:17)

At the end of our vacation we find ourselves in Chicago for its Marathon weekend (the fastest, I have read this morning, perhaps because it is cool and relatively level). Marathons offer many good things. You can see world-class athletes from places like Ethiopia and Kenya. There is a feel of fiesta with signs by family members, getups by some for-fun runners, and food for sale.

But as I looked out my hotel window at 7:30 a.m., I watched the race of competitors who have lost legs or their use. Wheeling vehicles by arm for 26 miles means serious fitness and determination.

Those competitors were to me, this morning, a symbol of the Church too. For each is wounded. The larger family cheers them on. Each by grace has risen up to run the race. Ahead is the goal, the prize, the welcome home. We find the companionship of Jesus the Lord, there, and along the route too.

Amen.

GRS