What is Sin?
“2The woman said to the serpent, ‘We may eat of the fruit of the trees in the garden;’ 3but God said, ‘You shall not eat of the fruit of the tree that is in the middle of the garden, nor shall you touch it, or you shall die.’ 4But the serpent said to the woman, ‘You will not die; 5for God knows that when you eat of it your eyes will be opened, and you will be like God, knowing good and evil.’” (Genesis 3: 2-5)
From that moment in the garden, sin has passed through all the generations of the human race, and we, as descendants of Adam and Eve, have inherited sin from them.
Man rebelled, disobeyed, did his own will, having heard the voice of the serpent instead of the voice of God. Man did what he knew he should not do.
The word sin refers to any interruption of our fellowship and communion with God. Sin is the rupture of man in his relationship with God, with himself, and with others. The Book of Genesis tells us how in creation, everything was harmony and beauty until that moment, naturally with the consent and free will of man, when the tempter appears to interrupt the peace that God had established with man.
From this very moment, it is clear that sin begins in and within man, not that God created it. Sin is thus the inclination of man to follow his own instincts or desires.
In the Book of Common Prayer we read, “Sin is the seeking of our own will instead of the will of God." (BCP, 848)
The condition of sin or selfishness is so frequent that it is manifested in thoughts, words, deeds, and omissions. It encompasses all the circumstances of man; and as the Catechism reminds us, sin distorts all our relationships, thus it destroys the image of God in which we were created.
Thomas Cranmer, in his writing of the Book of Common Prayer, understands and includes the liturgical tradition of the Church that, recognizes the sinful nature of man before God and invokes God's forgiveness. This is why our liturgies comprise the acknowledgment and confession of our sins.
We ask God's forgiveness because we need to be re-established in His communion and love. We need the strength that comes from God, following the obedient example of Jesus through the Holy Spirit, to overcome sin and not allow ourselves to be enslaved or subdued of our own volition.
"34 Jesus answered them, ‘Very truly, I tell you, everyone who commits sin is a slave to sin. 35The slave does not have a permanent place in the household; the son has a place there for ever. 36So if the Son makes you free, you will be free indeed." (John 8: 34-36)
Sin nullifies the freedom of man, limits him and makes him a slave to his own whims. The more man lives in sin or approves of sin, the more he moves away from being truly free, because he is denying himself the opportunity to allow Jesus to free him from where he has alienated himself.
When we acknowledge our sin and understand that God has the desire to restore us and free us from our sin; we accept that our Lord God is the absolute most important in our lives, and that despite our sinful condition, it is possible to live anew in His new commandment- loving God first and foremost with all that we are and loving others as ourselves.
The Rev. Fabian Villalobos
Rector, Christ Church, Dallas
¿Qué es el Pecado?
“La mujer respondió a la serpiente: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, Dios ha dicho: ‘No comerán de él, ni lo tocarán, para que no mueran.’” 4 Y la serpiente dijo a la mujer: “Ciertamente no morirán. 5 Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal.” (Génesis 3:2-5)
A partir de ese momento, el pecado ha pasado a través de todas las generaciones de la raza humana, y nosotros como descendientes de Adán y Eva, hemos heredado de ellos el pecado.
El hombre se rebeló, desobedeció, hizo su voluntad, y escucho la voz de la serpiente en vez de la voz de Dios e hizo lo que sabía que no debía de hacer.
La palabra pecado hace referencia a toda interrupción de la comunión con Dios. El pecado es la ruptura del hombre en su relación con Dios, consigo mismo, y con los demás. El Libro del Génesis nos narra como en la creación todo era armonía y belleza hasta el momento donde el tentador se aparece a interrumpir la paz que Dios había establecido, naturalmente con el consentimiento y libre decisión del hombre.
Desde ese momento, es claro que el pecado comienza en y dentro del hombre, no que Dios lo creo. El pecado es así, la inclinación del hombre a seguir sus propios instintos o deseos.
De acuerdo al Libro de Oración Común, pecado es “seguir nuestra voluntad en lugar de la voluntad de Dios”. (LOC, 741)
Es tan frecuente esa condición de egoísmo que se manifiesta en pensamientos, palabras, obras y omisiones. Es decir abarca y envuelve toda las circunstancias del hombre y como nos recuerda el Catecismo, cada pecado deforma y destruye la imagen de Dios.
Thomas Cranmer, en su redacción del Libro de Oración Común, entiende y continua con la tradición litúrgica de la Iglesia que reconoce al hombre pecador delante de Dios e invoca su perdón. Es por eso que nuestras liturgias incluyen el reconocimiento y la confesión de los pecados.
Le pedimos perdón a Dios porque necesitamos ser reestablecidos en su comunión y amor; necesitamos la fuerza que viene de Dios, siguiendo el ejemplo obediente de Jesús, a través del Espíritu Santo para vencer al pecado y no dejarnos esclavizar o someter por nuestra propia voluntad.
“Jesús les respondió: “En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; 35 y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. 36 Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.” (Juan 8: 34-36)
El pecado anula la libertad del hombre, lo limita y lo hace esclavo de sus propios caprichos. Más el hombre vive o aprueba el pecado más se aleja de ser verdaderamente libre, porque está negándose la oportunidad de permitirle a Jesús de liberarlo de sus alienaciones.
Cuando reconocemos nuestro pecado y entendemos que Dios tiene el deseo de restaurarnos y liberarnos de nosotros mismos, estamos aceptando que Jesús es lo más importante en nuestras vidas y que no obstante nuestra condición pecadora es posible vivir su mandamiento nuevo amando a Dios y a los demás como a nosotros mismos.
The Rev. Fabian Villalobos
Rector, Christ Church, Dallas